En 2 Samuel 21.16-22 se redacta la última historia del rey David,
antes de su muerte. Se trata de unas batallas libradas contra los filisteos.
Nuevamente aparece en escena guerreros gigantes, de gran altura como lo fue
Goliat.
Se menciona que el anciano David hasta los últimos años de
vida siguió luchando en medio de la batalla. Un filisteo de gran tamaño trato
de matarlo y uno de los suyos le salvo la vida.
Vemos la increíble fuerza y pasión de este guerrero nato.
Que nunca tiro los guantes. Tuvieron que
insistirle seguramente para que abandone el campo de batalla. Y no se apague la
lámpara de Israel.
El relato continua con las hazañas de los oficiales de
David, soldados y amigos leales al rey. Ellos derrotaron a gigantes. David fue
una inspiración para sus vidas de pasión, valentía y fortaleza.
David no guardo su habilidad de vencer gigantes, la transmitió
a una nueva generación. Hasta uno de sus hermanos recibió el legado.
La vida de David fue una sombra de la de Cristo. Cuando el
pecado, la muerte y Satanás desafiaban a la humanidad, diciendo: ¿no hay un
hombre que nos pueda hacer frente? ¿Serán nuestros esclavos por la eternidad?
Un hijo de David, nacido en Belén, se hizo presente. El pecado lo acecho toda
su vida y él se mantuvo santo. Del desierto y del Getsemaní logro salir
victorioso de abandonar su misión. Esos retos fueron para Jesús como el oso y
el león para David.
Jesús no tuvo una onda y una piedra, sino su propia vida y
una cruz. Cargo en ella al pecado, crucificándolo con El. Luego la muerte
esperaba su turno en el combate. Jesús agoto sus fuerzas, dio su último
aliento, y el reino del mal celebro su aparente victoria. Pareciera que todo
estaba perdido para el hijo de David, aun sus amigos perdieron la fe en El.
Pero al tercer día se escuchó su voz:
donde esta muerte tu aguijón? y donde sepulcro tu victoria? Nuestro luchador abrió
sus ojos de fuego y se levantó del polvo. Todo el universo y lo creado quedaron
atomitos. La muerte fue vencida al instante. Satanás supo que el pecado y la
muerte no tienen más poder para un verdadero hijo de Dios. La serpiente antigua
aún espera su turno, luego que el hijo de David reine en la tierra, en un mundo
sin pecado ni muerte.
Jesús da a sus oficiales, sus discípulos, el poder para
vencer. ¡Somos más que vencedores! Hay gigantes a derribar. Preparémonos para
la batalla. Vistámonos con la verdad y la coraza de justicia. Tomemos el escudo
de la fe, el casco de la salvación y el calzado del evangelio. Levantemos todos,
la espada del Espiritu que es la Palabra. Hagámosle frente al enemigo.
Confiemos en nuestro rey y comandante supremo, la victoria esta asegurada.
"...sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y SOMETIÓ todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." (Efesios 1:21-23)
"...sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y SOMETIÓ todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." (Efesios 1:21-23)
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