“Hay algunas preciosas mujeres que aman a Dios con todo su corazón pero están casadas con cerdos: hombres que rehúsan ser otra cosa que carnales, vulgares y están lejos de ser lo que sus esposas habrían esperado.
Esas mujeres piensan: “Nadie está atrapado como yo estoy”. Conozco una piadosa mujer de oración cuyo esposo, Dios lo bendiga, era un borracho. Su estómago no aguantaba la comida, por lo que solía volver a casa con la ropa sucia hasta los pies. Me temo que sé lo que yo habría hecho con él, pero ella no. Ella oraba, lo limpiaba y lo metía en la cama. Cuando se despertaba a la mañana siguiente con resaca, le prometía a ella cualquier cosa. Pero luego volvía a salir con los muchachos y volvía a casa balanceándose de lado a lado, cubierto de suciedad. Y ella atravesaba las mismas cosas una y otra vez. Ella oró durante años por ese hombre. Yo no sé cómo la pobre mujer lo aguantaba. Pero ella seguía orando. Era una de esas cristianas felices, un rayito de mujer.
Un día su borracho esposo vino a la iglesia, pasó al frente, cayó de rodillas y gritó como grita un borracho: mitad autocompasión, mitad alguna otra cosa. Pero Dios lo salvó. Él se convirtió en un cristiano modelo y después vivió algunos años para Dios. Y ella estaba orgullosa de él como un águila que ha empollado otra. Ella lo trajo a Dios: empolló a su cónyuge con oración y paciencia.
Me imagino que habrá habido veces cuando lo escuchaba roncar en el rincón en su sueño de borracho en que ella habrá deseado no verlo nunca más. Y supongo que habrá habido veces en que sintió compasión de sí misma y dijo: “Dios, ¿cómo esperas que soporte esto?”. Pero Dios susurraba en su corazón: Las tentaciones que enfrentas en tu vida no son distintas de las que otros atraviesan, pero yo soy fiel, y no te dejaré caer. El resultado fue que no solo él llegó a convertirse, sino también muchos de los miembros de su familia. Y ellos estarán en el cielo con sus padres uno de estos días. Solo estoy mostrando que cuando Dios dice que es fiel y que usted no sufrirá una tentación mayor de la que pueda resistir, Él quiere decir exactamente eso.”
A.W. Tozer, libro Los atributos de Dios.
Esas mujeres piensan: “Nadie está atrapado como yo estoy”. Conozco una piadosa mujer de oración cuyo esposo, Dios lo bendiga, era un borracho. Su estómago no aguantaba la comida, por lo que solía volver a casa con la ropa sucia hasta los pies. Me temo que sé lo que yo habría hecho con él, pero ella no. Ella oraba, lo limpiaba y lo metía en la cama. Cuando se despertaba a la mañana siguiente con resaca, le prometía a ella cualquier cosa. Pero luego volvía a salir con los muchachos y volvía a casa balanceándose de lado a lado, cubierto de suciedad. Y ella atravesaba las mismas cosas una y otra vez. Ella oró durante años por ese hombre. Yo no sé cómo la pobre mujer lo aguantaba. Pero ella seguía orando. Era una de esas cristianas felices, un rayito de mujer.
Un día su borracho esposo vino a la iglesia, pasó al frente, cayó de rodillas y gritó como grita un borracho: mitad autocompasión, mitad alguna otra cosa. Pero Dios lo salvó. Él se convirtió en un cristiano modelo y después vivió algunos años para Dios. Y ella estaba orgullosa de él como un águila que ha empollado otra. Ella lo trajo a Dios: empolló a su cónyuge con oración y paciencia.
Me imagino que habrá habido veces cuando lo escuchaba roncar en el rincón en su sueño de borracho en que ella habrá deseado no verlo nunca más. Y supongo que habrá habido veces en que sintió compasión de sí misma y dijo: “Dios, ¿cómo esperas que soporte esto?”. Pero Dios susurraba en su corazón: Las tentaciones que enfrentas en tu vida no son distintas de las que otros atraviesan, pero yo soy fiel, y no te dejaré caer. El resultado fue que no solo él llegó a convertirse, sino también muchos de los miembros de su familia. Y ellos estarán en el cielo con sus padres uno de estos días. Solo estoy mostrando que cuando Dios dice que es fiel y que usted no sufrirá una tentación mayor de la que pueda resistir, Él quiere decir exactamente eso.”
A.W. Tozer, libro Los atributos de Dios.
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