La historia comienza en un otoño, cuando nuestra Sulamita vive en la rutina del trabajo diario, mostrando alegría, pero su corazón se sentía vacío y angustiado. En mi caso, nací en una familia cristiana, a los 14 años me bautice y servía a Dios en el ministerio de alabanza. Por mucho tiempo mi vida era una rutina, el evangelio no tenía atractivo, todo era una carga en vez de ser un gozo. Servía a Dios, porque lo tenía que hacer (era el hijo de pastor) apartarme no podía, ni estaba en mis planes.
La historia continua en invierno, la Sulamita conoció a un pastor que se convirtió en su amigo y fue conquistando su corazón. Llego un momento de mi vida, cuando me alcanzo el invierno, enumerables sucesos me pasaron, en un corto periodo; que sacudieron mi vida, en ese tiempo descubrí que tenía un amigo llamado Jesús, quien era mi refugio y mi consuelo.
Volviendo a la historia, ese pastor era el mismo rey. Para nosotros el verdadero rey es Jesús. Un rey que estando en su reino de gloria, vino a nosotros en oficio de sencillo pastor, identificándose con nosotros. Dejando su trono se convirtió en un hombre, su misión fue atraernos a Él, conquistarnos con su amor y no por la fuerza.
Él es el “Buen Pastor” que busca a la oveja perdida y sana a la lastimada. Conoce el nombre de cada una de sus ovejas, Jesús conoce el más mínimo detalle de tu vida, quien eres y quien serás, si estuvieras a su cuidado. Es el pastor da su vida por sus ovejas; en una cruz mostró su inagotable amor. En un devocional de MiSion le pregunte a Dios si me amaba. Me llevo al momento cuando Jesús era golpeado por unos soldados, lo miraba y cataratas de lágrimas corrían por mis ojos. Le dije a Dios que no me siga mostrando, me contesto: Es necesario que tengas una revelación de la cruz, una revelación de su eterno amor.
La primavera sorprende a la Sulamita con la noticia que su Amado se ausentara por un tiempo de su vida. El golpeaba a su puerta, pero ella no abre. Hay momentos de nuestra vida cuando pensamos que Él nos rechaza, que nos ha dejado de amar. Él vuelve a acercarse pero nosotros le cerramos el corazón. Somos nosotros los que realmente no nos perdonamos, cuando Él ya se ha olvidado de nuestros errores.
El Amado usa esas ocasiones para probar nuestra pasión hacia Él, para que lo busquemos como nunca lo hicimos, como hizo la Sulamita, corriendo por las calles de la ciudad. Debemos intensificar la búsqueda de su rostro, el Amado vendrá a nuestro auxilio, nos levantara del suelo y descubriremos Su gloria y majestad. Él nos dirá que nunca nos dejó ni dejara de amar. Es más, nunca quito su mirada y atención de nosotros.
En el verano el rey y la Sulamita se comprometen, Jesús pago con su valiosa sangre la “dote” para casarse con su amada novia, la Iglesia, que la componen todos los redimidos de la historia, hombres y mujeres que lo aman y lo honran. Jesús luego de morir y resucitar vuelve a su reino en los cielos para preparar morada para su esposa, para nosotros. La novia mientras tanto cuida su vestido de bodas, quitando toda arruga y mancha, ayudada por la Gracia inmerecida. Además ella, agrega detalles que adornan su vestido, que son los actos de amor de cada hijo de Dios.
Este es un periodo de fidelidad y total compromiso. Hay un momento en la vida que nos damos cuenta que Jesús no se conforma con que solo le abramos nuestro corazón, sino que desea que le entreguemos la llave. La lleve simboliza autoridad, significa que sea nuestro dueño, amo y Señor, en todas las áreas de nuestra vida. Que sea quien guié nuestros pasos en cada momento.
Es tiempo de crecer, de empezar a madurar y dar frutos para su gloria, que tengamos una vida significativa, de provecho. Una vez le dije a Dios que quería que cada día de mi vida cuente, que tenga valor para Él. Que cuando pase mi vida como por un tamiz, quede algo de valor, como hacen los buscadores de oro en un rió. Vivimos en un momento único e irrepetible de nuestra existencia. No hagamos nada que luego quisiéramos borrar, y hagamos cosas que edifiquen su reino. Esas acciones resonaran por toda la eternidad.
La Sulamita espera ansiosa a su Amado en la viña, así nosotros esperamos la venida de nuestro Amado, Jesús volverá y buscara a su Novia para celebrar las bodas. Vivo para estar frente a Él aquel glorioso día, seguro que no me alcanzaran las palabras, es más, no creo que pueda pronunciarlas por la inmensa emoción. Esperaría a escuchar su voz, ¿qué me dirá? Dios quiere que vivamos con esa expectativa y pasión por su Amado Hijo.
Un día toda rodilla se doblara y toda lengua confesara que Jesús es el Señor, yo diré es Mi Señor y es Mi Amado Rey.
La historia continua en invierno, la Sulamita conoció a un pastor que se convirtió en su amigo y fue conquistando su corazón. Llego un momento de mi vida, cuando me alcanzo el invierno, enumerables sucesos me pasaron, en un corto periodo; que sacudieron mi vida, en ese tiempo descubrí que tenía un amigo llamado Jesús, quien era mi refugio y mi consuelo.
Volviendo a la historia, ese pastor era el mismo rey. Para nosotros el verdadero rey es Jesús. Un rey que estando en su reino de gloria, vino a nosotros en oficio de sencillo pastor, identificándose con nosotros. Dejando su trono se convirtió en un hombre, su misión fue atraernos a Él, conquistarnos con su amor y no por la fuerza.
Él es el “Buen Pastor” que busca a la oveja perdida y sana a la lastimada. Conoce el nombre de cada una de sus ovejas, Jesús conoce el más mínimo detalle de tu vida, quien eres y quien serás, si estuvieras a su cuidado. Es el pastor da su vida por sus ovejas; en una cruz mostró su inagotable amor. En un devocional de MiSion le pregunte a Dios si me amaba. Me llevo al momento cuando Jesús era golpeado por unos soldados, lo miraba y cataratas de lágrimas corrían por mis ojos. Le dije a Dios que no me siga mostrando, me contesto: Es necesario que tengas una revelación de la cruz, una revelación de su eterno amor.
La primavera sorprende a la Sulamita con la noticia que su Amado se ausentara por un tiempo de su vida. El golpeaba a su puerta, pero ella no abre. Hay momentos de nuestra vida cuando pensamos que Él nos rechaza, que nos ha dejado de amar. Él vuelve a acercarse pero nosotros le cerramos el corazón. Somos nosotros los que realmente no nos perdonamos, cuando Él ya se ha olvidado de nuestros errores.
El Amado usa esas ocasiones para probar nuestra pasión hacia Él, para que lo busquemos como nunca lo hicimos, como hizo la Sulamita, corriendo por las calles de la ciudad. Debemos intensificar la búsqueda de su rostro, el Amado vendrá a nuestro auxilio, nos levantara del suelo y descubriremos Su gloria y majestad. Él nos dirá que nunca nos dejó ni dejara de amar. Es más, nunca quito su mirada y atención de nosotros.
En el verano el rey y la Sulamita se comprometen, Jesús pago con su valiosa sangre la “dote” para casarse con su amada novia, la Iglesia, que la componen todos los redimidos de la historia, hombres y mujeres que lo aman y lo honran. Jesús luego de morir y resucitar vuelve a su reino en los cielos para preparar morada para su esposa, para nosotros. La novia mientras tanto cuida su vestido de bodas, quitando toda arruga y mancha, ayudada por la Gracia inmerecida. Además ella, agrega detalles que adornan su vestido, que son los actos de amor de cada hijo de Dios.
Este es un periodo de fidelidad y total compromiso. Hay un momento en la vida que nos damos cuenta que Jesús no se conforma con que solo le abramos nuestro corazón, sino que desea que le entreguemos la llave. La lleve simboliza autoridad, significa que sea nuestro dueño, amo y Señor, en todas las áreas de nuestra vida. Que sea quien guié nuestros pasos en cada momento.
Es tiempo de crecer, de empezar a madurar y dar frutos para su gloria, que tengamos una vida significativa, de provecho. Una vez le dije a Dios que quería que cada día de mi vida cuente, que tenga valor para Él. Que cuando pase mi vida como por un tamiz, quede algo de valor, como hacen los buscadores de oro en un rió. Vivimos en un momento único e irrepetible de nuestra existencia. No hagamos nada que luego quisiéramos borrar, y hagamos cosas que edifiquen su reino. Esas acciones resonaran por toda la eternidad.
La Sulamita espera ansiosa a su Amado en la viña, así nosotros esperamos la venida de nuestro Amado, Jesús volverá y buscara a su Novia para celebrar las bodas. Vivo para estar frente a Él aquel glorioso día, seguro que no me alcanzaran las palabras, es más, no creo que pueda pronunciarlas por la inmensa emoción. Esperaría a escuchar su voz, ¿qué me dirá? Dios quiere que vivamos con esa expectativa y pasión por su Amado Hijo.
Un día toda rodilla se doblara y toda lengua confesara que Jesús es el Señor, yo diré es Mi Señor y es Mi Amado Rey.
Muy bueno su escrito
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