Dios está haciendo nacer a una generación que son hijos de la
intimidad. No puedes identificarlos con una tradición religiosa sino con la
naturaleza del Padre. La tierra quiere ver hijos que expresen la naturaleza
divina en poder, carácter y gloria, hijos que puedan decir como Jesús: “El que
me ve, ve al que me envió”.
Tenemos muchos hijos de costumbres y tradiciones religiosas,
que necesitan volver a nacer del amor. Hoy la iglesia necesita redefinir su
identidad, debemos volver juntos a nuestra esencia, que es el regazo del Padre
y desde ese lugar unirnos para derribar los muros que nos separaba.
El mundo no quiere ver religiosos, quiere ver a Dios a través
de nuestras vidas.
Nicodemo era un hijo de la religión, pero había un vacío en
su interior que la teología no puede llenar. Tampoco el reconocimiento del
sistema religioso, ni la jerarquía que tiene en la denominación. Tiene hambre
por algo que no ha probado.
De repente, encuentra a un hombre que trae vida a los
preceptos que ha guardado. Llega a la siguiente conclusión: “Rabí, sabemos que
has venido de Dios…nadie puede hacer las señales que tú haces”.
El ADN de Jesús es Divino, hay una sola fuente capaz de dar a
luz un hombre así: Dios. ¿Qué dirían los fariseos si ven a Nicodemo hablar con
aquel que acuso al sistema religioso de transformar la casa de su Padre en una
cueva de ladrones? Estar dispuestos a perder posición, reputación y control es
el primer paso de aquellos que anhelan dejar de ser hijos de la religión y
transformarse en hijos del Espíritu. Y Nicodemo lo hizo.
Este hombre necesita ver, más que saber. Entonces Jesús le
dice: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. La palabra
original para “de nuevo” también implica “de arriba”. Es necesario nacer de
arriba.
No podemos cumplir el propósito de Dios ni ver Su Reino si no
sabemos quiénes somos y a donde pertenecemos. Juan dice: “Los hijos de Dios no
fueron engendrados por personas, fueron un deseo del Eterno.” No son fruto de
la religión, son hijos del secreto.
Texto tomado del Capitulo 1 del Libro "Hijos de la Intimidad" - Mariano Sennewald
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