"Hace algunos años un hombre dejó Inglaterra y fue a América. Era un inglés; pero fue naturalizado, y así llegó a ser un ciudadano norteamericano. Después de algunos años se sintió intranquilo e insatisfecho, y fue a Cuba; y después de llegar a Cuba, estalló una pequeña guerra civil allí; esto fue en 1867; y este hombre fue arrestado por el gobierno español como un espía.
Fue juzgado por una corte marcial, encontrado culpable, y se ordenó que fuera fusilado. Todo el juicio fue llevado a cabo en idioma español, y el pobre hombre no sabía lo que estaba sucediendo. Cuando le dijeron el veredicto en el que fue declarado culpable y que había sido condenado a ser fusilado, se comunicó con el Cónsul norteamericano y con el Cónsul inglés, y expuso todo su caso ante ellos, probando su inocencia y reclamando protección. Ellos examinaron el caso, y encontraron que este hombre a quien los oficiales españoles habían condenado a ser fusilado era perfectamente inocente. Fueron al General español y le dijeron: "Este hombre a quien han condenado a morir es inocente: él no es culpable." Pero el General español dijo: "Él ha sido juzgado por nuestra ley; él ha sido encontrado culpable; debe morir." No había cablegrama; y estos hombres no podían consultar con sus gobiernos.
Llegó la mañana en la que el hombre iba a ser ejecutado. Él fue llevado en una carreta sentado sobre su ataúd, hasta el lugar donde iba a ser ejecutado. Se cavó una fosa. Sacaron el ataúd de la carreta, pusieron al joven hombre sobre éste, tomaron la capucha negra, y la estaban poniendo sobre su cabeza. Los soldados españoles esperaban la orden para disparar. Pero justo entonces los cónsules norteamericano e inglés llegaron. El Cónsul inglés saltó del carruaje y tomó la bandera Británica, y la envolvió alrededor del hombre, y el Cónsul norteamericano lo rodeó con su bandera, y entonces volviéndose hacia los oficiales españoles dijeron: "Disparen sobre estas banderas, si se atreven." Ellos no se atrevieron a disparar sobre las banderas. Había dos grandes gobiernos detrás de aquellas banderas. Eso fue la clave de esto.
"Me llevo a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor... Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace" (Cantares 2:4-6).
Gracias a Dios podemos venir bajo la bandera hoy si queremos. Su bandera de amor es sobre nosotros. Bendito Evangelio; benditas, preciosas noticias. Crea hoy, reciba esto en su corazón; y entre en una nueva vida. Permita que el amor de Dios sea derramado en su corazón por el Espíritu Santo hoy: ello alejará la oscuridad; ello alejará la tristeza; ello alejará el pecado; y la paz y el gozo serán suyos."
D. L. Moody, libro El camino hacia Dios.
(La imagen es solo ilustrativa)
Fue juzgado por una corte marcial, encontrado culpable, y se ordenó que fuera fusilado. Todo el juicio fue llevado a cabo en idioma español, y el pobre hombre no sabía lo que estaba sucediendo. Cuando le dijeron el veredicto en el que fue declarado culpable y que había sido condenado a ser fusilado, se comunicó con el Cónsul norteamericano y con el Cónsul inglés, y expuso todo su caso ante ellos, probando su inocencia y reclamando protección. Ellos examinaron el caso, y encontraron que este hombre a quien los oficiales españoles habían condenado a ser fusilado era perfectamente inocente. Fueron al General español y le dijeron: "Este hombre a quien han condenado a morir es inocente: él no es culpable." Pero el General español dijo: "Él ha sido juzgado por nuestra ley; él ha sido encontrado culpable; debe morir." No había cablegrama; y estos hombres no podían consultar con sus gobiernos.
Llegó la mañana en la que el hombre iba a ser ejecutado. Él fue llevado en una carreta sentado sobre su ataúd, hasta el lugar donde iba a ser ejecutado. Se cavó una fosa. Sacaron el ataúd de la carreta, pusieron al joven hombre sobre éste, tomaron la capucha negra, y la estaban poniendo sobre su cabeza. Los soldados españoles esperaban la orden para disparar. Pero justo entonces los cónsules norteamericano e inglés llegaron. El Cónsul inglés saltó del carruaje y tomó la bandera Británica, y la envolvió alrededor del hombre, y el Cónsul norteamericano lo rodeó con su bandera, y entonces volviéndose hacia los oficiales españoles dijeron: "Disparen sobre estas banderas, si se atreven." Ellos no se atrevieron a disparar sobre las banderas. Había dos grandes gobiernos detrás de aquellas banderas. Eso fue la clave de esto.
"Me llevo a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor... Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace" (Cantares 2:4-6).
Gracias a Dios podemos venir bajo la bandera hoy si queremos. Su bandera de amor es sobre nosotros. Bendito Evangelio; benditas, preciosas noticias. Crea hoy, reciba esto en su corazón; y entre en una nueva vida. Permita que el amor de Dios sea derramado en su corazón por el Espíritu Santo hoy: ello alejará la oscuridad; ello alejará la tristeza; ello alejará el pecado; y la paz y el gozo serán suyos."
D. L. Moody, libro El camino hacia Dios.
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