¡Qué cosa tan maravillosa es que una multitud de promesas, y profecías, y tipos, aparentemente tan heterogéneos, se hayan cumplido todos en una persona! Supongamos que quitáramos a Cristo por un momento, y que le diera el Antiguo Testamento a cualquier sabio de la tierra, diciéndole: “Toma esto; esto es un problema; vete a casa y construye en tu imaginación un carácter ideal que se ajuste con exactitud a todo lo que fue prefigurado aquí; recuerda, debe ser un profeta como Moisés, y también un campeón como Josué; debe ser un Aarón y un Melquisedec; debe ser tanto David como Salomón, Noé y Jonás, Judá y José. Es más, no debe ser únicamente el cordero que fue inmolado, y el chivo expiatorio que no fue inmolado, la tórtola que era sumergida en sangre, y el sacerdote que sacrificaba al ave, sino que debe ser también el altar, el tabernáculo, el propiciatorio, y el pan de la proposición.” Es más, para confundir todavía más a este sabio, le recordamos las profecías tan aparentemente con...
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